Homenaje a Jorge Lozano
La Asociación Española de Semiótica, la Junta Directiva y los amigos de la AES lamentan profundamente la pérdida de Jorge Lozano. Es por ello que se dedica este espacio como homenaje a su figura, fruto de nuestra admiración intelectual y cariño personal hacia él.
Selección bibliográfica
Documentos del presente. Una mirada semiótica (2018), Jorge Lozano y Miguel Martín (coords.), Lengua de Trapo, Madrid.
Paolo Fabbri. Elogio del conflicto (2017), Jorge Lozano (ed.), Sequitur, Madrid.
Moda. El poder de las apariencias (2015), Jorge Lozano (comp.), Casimiro, Madri..
Secretos en red. Intervenciones semióticas en tiempo presente (2014), Jorge Lozano (Ed.), Sequitur, Madrid.
Vigilados. WikiLeaks o las nuevas fronteras de la información (2013), Jorge Lozano y Susana Díaz (eds.), Biblioteca Nueva, Madrid.
Persuasión. Estrategias del creer (2012) Universidad del País Vasco. Bilbao.
El discurso histórico (1987), Casimiro, Madrid 2015.
Análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interacción textual (1982), Jorge Lozano, Cristina Peña-Marín y Gonzalo Abril, Cátedra, 1982.
Semiótica de la Cultura. J.M. Lotman y Escuela de Tartu. (1979), Jorge Lozano (comp.), Cátedra. Madrid.
Revistas y artículos destacados
Coordinador del número “Futuro. Un tempo della storia”, Jorge Lozano y Daniele Salerno (coords.), Versus. Quaderni di studi semiotici, nº 131, 2020.
Coordinador del número “Presencias del documento”, Revista de Occidente, Número 434-435, 2017.
Coordinación del número “Ídolos e iconos en la semiosfera mediática” , CIC. Cuadernos de Información y Comunicación vol. 20, 2015.
“Lo auténtico no es único, pero aún así”, en Revista de Occidente, nº 404, pp. 5-14, 2015.
Coordinador del número “La transparencia”, Revista de Occidente, Número 386-387, 2013.
“El discurso periodístico. Entre el discurso histórico y la ‘fiction’”, en Estudios sobre el mensaje periodístico, vol 19, nº 1, pp. 165-176, 2013.
Coordinador del número “El Secreto”, Revista de Occidente, Número 734-375, 2012.
“¿Quién teme a Marshall McLuhan? El medium, la forma”, en Infoamérica, 7-8, pp.121-134, 2012.
“Presentar y representar”, en A. Aranzubia, et. al., eds , Composiciones de lugar: Ensayos in honorem Santos Zunzunegui en su 65 aniversario, Biblioteca Nueva, Madrid, 2012.
“Listas, enciclopedias, laberintos: semiótica de la cultura en Umberto Eco”, Prólogo a Cultura y semiótica, de Umberto Eco, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2009.
“Fronteras y confines en la semiótica de la cultura”, en deSignis, 13, pp. 183-190, 2009.
Coordinador del número “Camuflaje”, Revista de Occidente, Número 330, 2008.
Coordinador del número “El eterno retorno del lujo”, Revista de Occidente, Número 318, 2007.
Coordinación del número “Cultura de masas”, CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, vol. 9, 2004.
“Et in arcadia Eco”, en Revista de Libros nº 29, 1999.
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CONOCÍ A JORGE...
Conocí a Jorge Lozano por referencias, desde que Umberto Eco me preguntara por él en el seminario que el semiólogo italiano impartía los sábados por la mañana en el DAMS, hasta mi primer encuentro con el personaje real en Bilbao, casi una década más tarde. Durante todo aquel tiempo, el autor de El discurso histórico (1987) fue para mí un personaje imaginado; un efecto de sentido que había ido emergiendo de las anécdotas explicadas por los colegas boloñeses y de las referencias a sus escritos recogidas en los míos.
La relación académica que entretejimos se fue construyendo poco a poco, en los numerosos eventos de semiótica allende y aquende del Atlántico donde coincidimos, hasta devenir amistad. Desde la mesa redonda en el Tecnológico de Monterrey, auspiciada por Alfredo Cid en 2003, hasta la defensa de la tesis de su discípulo Óscar Gómez, de cuyo tribunal formé parte pocos días antes de su ingreso hospitalario.
Sirvan estas líneas para manifestar, en mi nombre y en de la AES, el hondo pesar que nos aflige por la pérdida de un académico brillante. De un miembro ilustre de esta Asociación Española de Semiótica que ha tenido el honor de haber contado con él como presidente. De una de esas personas que nunca te dejan indiferente. Provocador, brillante, vehemente, original… Irremplazable.
Charo Lacalle Zalduendo
Presidenta de la AES
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JORGE LOZANO, GRAN HERMANO… DE LA SEMIÓTICA
En estos últimos tiempos hemos asistido a unos fallecimientos, muy ligados al ámbito de la semiótica en el ámbito hispánico: el de Óscar Traversa (en Argentina), el de Paolo Fabbri (en Italia) y el de nuestro Jorge Lozano (por cierto, muy vinculados estos dos últimos por amistad estrecha), que lamentamos con recio sentimiento. Aquella andadura que iniciamos en España en los años setenta, en general, unos inquietos y anhelantes jóvenes va entrando en maduro retiro y va perdiendo eslabones significativos como es el caso de nuestro Jorge. Y digo nuestro, porque nos pertenece ya a todos los que amamos y practicamos el ámbito de la semiótica. Aunque en este caso lo haga un tanto mío. De ahí, que a continuación me vais a permitir que trace unas pinceladas que completen la visión de su retrato que de su desaparición en tierra se han ido trazando estos días.
En efecto, el centro donde profesaba Jorge, como catedrático, la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, emitía con motivo de su fallecimiento una nota informativa -redactada, supongo, por sus discípulos- en la que se resumían los hitos señeros de su larga trayectoria, poniendo particular énfasis en su labor en el ámbito de la semiótica en España. Resumen que fue asumido y publicado, en general, por los diversos medios de prensa escrita o digital que he podido ver. Añadiré algunas apostillas al respecto.
La imagen elegida, reiteradamente publicada, aparecía en un primer plano el rostro de Jorge con la imagen de Paolo Fabbri, al lado, en menor tamaño y un tanto desenfocada con el fin de dar realce al protagonista de la noticia. Imagen con pleno acierto ya que Jorge estuvo siempre muy ligado a Roma -donde fue director de la prestigiosa Academia de España, con la misma función que Valle-Inclán realizara en los años treinta- y más concretamente a la semiótica italiana, con Bolonia siempre al fondo, con una vinculación muy estrecha al magisterio de Umberto Eco y de Paolo Fabbri, especialmente.
Pero junto a este acierto hay un olvido importante no indicado en la trayectoria semiótica de Jorge. Me refiero a su relación con la Asociación Española de Semiótica, el mayor órgano de estudio y difusión de la semiótica en España, tanto por sus congresos bianuales (van 18) como por la publicación de Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica (con sus 30 números hasta el momento), altamente indexada, fundada y dirigida por mí, como es sabido. Seguidamente indicaré algo al respecto.
En efecto, por iniciativa mía, el 23 de junio de 1983, en el magno congreso sobre Semiótica e Hispanismo, celebrado en el CSIC (en Madrid), se llevó a cabo una asamblea, presidida por Cesare Segre, presidente entonces de la International Association for Semiotic Studies (IASS), y coordinada por mí, donde se fundó la asociación, eligiéndose una Comisión gestora constituida por Jorge Lozano, Cristina Peña-Marín, José Manuel Pérez Tornero, Jenaro Talens, Jorge Urrutia, Rafael Núñez Ramos y quien esto suscribe, con el fin de ponerla en marcha y establecer una serie de posibles actividades junto con la elaboración de un proyecto de estatutos. La labor de Jorge fue muy importante en esta gestión inicial con sus ricas, sugerentes y, a veces, polémicas ideas. Debates largos y acalorados que por fin dieron el fruto esperado: la AES.
El segundo eslabón de sus contribuciones en este ámbito, fue la realización del I Simposio internacional de AES, celebrado en el Colegio Universitario de Toledo, en junio de 1984, en el que la mano de Jorge quedó bien patente al conseguir que tanto el gran filósofo y ensayista José Luis L. Aranguren -que había dirigido su tesis de doctorado- como Paolo Fabbri -su amigo- impartiesen, junto a otros prestigiosos investigadores como Eric Landowski, las sesione plenarias, aunque las aportaciones de los dos primeros no fuesen recogidas en sus actas de cuya edición me encargué. De todo ello, hay referencias amplias y pormenorizadas en las actas que recogen los orígenes de la AES, realizadas y publicadas por mí, en mi libro Semiótica literaria y teatral en España (Kassel: Reichenberger, 1980).
Un tercer eslabón lo constituyen tanto sus participaciones en diversos congresos como su presidencia de la AES desde 2013-2017, que fue también fructífera con la continuación de los congresos internacionales, de la publicación de Signa, órgano de expresión de la asociación, y la creación de la Asociación Ibérica de Semiótica, junto con nuestros hermanos portugueses, con los que anteriormente -hay que añadir- la AES había celebrado encuentros, actividades y publicaciones conjuntas.
Finalmente, Jorge Lozano participó en el Seminario Internacional sobre Semiótica y relatos de actualidad, organizado online por la AES, en diciembre de 2020, una de sus últimas intervenciones, cuya participación no podrá ver la luz, junto a las de los demás participantes, en el próximo número 31 de Signa(2022), debido a que ya la maléfica pandemia había hecho dominio letal de su cuerpo.
Por todo ello, esta faceta olvidada en la actividad de Jorge convenía ser rescatada y difundida. La labor de Jorge, en suma, ha sido la de un gran intelectual que, frente a dicterios académicos conservadores, dentro de unos aguerridos grupos, tuvimos que vencer las resistencias que provocaba ese nuevo modo de considerar y ver el mundo de los signos, el de la semiótica. Unida a la de un profesor que ha dejado estela entre sus jóvenes alumnos -nuestro recambio-. En uno de sus libros -que por cierto tuve el privilegio de informar muy favorablemente para su publicación por la Universidad de El País Vasco- Jorge trataba de la Persuasión y las estrategias del creer, por lo que su huella intelectual nos persuadió y nos persuadirá con su quehacer, puesto de manifiesto en sus publicaciones y actividades, así como permanecerá patente en los estudios semióticos en España.
Jorge será un gran hermano en la esfera semiótica y no simplemente el hermano de una periodista -de cuyo nombre y función es mejor olvidarse intelectualmente-, como tristemente destacaban algunos medios con motivo de su viaje con Caronte.
Un fuerte abrazo, querido Jorge, ahora más virtual que nunca.
José Romera Castillo
Fundador y Presidente de honor de AES
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Mi amigo Jorge
Lo conocí en la Universidad de Boloña, el primer día del curso de Semiotica General de Umberto Eco. Era octubre de 1976. Sentado junto a su mujer Cristina, coincidimos exactamente en la primera fila. Volvimos a encontrarnos en el seminario de Comunicación de Masas que dictaba Paolo Fabbri y que ese año estaba dedicado a las estrategias enunciativas. Ahí ambos nos animamos a preguntarle “Y la ideología en todo esto” para recibir la famosa respuesta de Jean Baudrillard “¿ Usted se refiere a una ideo-lógica?”. Estábamos justificados: los tres veníamos de terribles dictaduras, éramos hijos legítimos de Mayo68. Nos hicimos inseparables, formando rápidamente el grupo de “los hispanoparlantes”. Y les ensenamos a bailar a los boloñeses.
Jorge y Cristina alquilaban un departamento de planta baja en el centro de Boloña, yo vivía en una villa que me había prestado un amigo en las colinas de Pizzocalvo. No contando con permiso de conducir -tara que me ha acompañado casi toda mi vida- Jorge se ofreció como un galante caballero español, a conducir un enorme camión de mudanzas por las estrechas calles medievales de la ciudad de las torres, llevando mis escasos petates hasta la villa, que estaba desierta. Silbaba como un verdadero camionero, decía para darse animo frente a tamaño rodado, pero también porque era de Canarias y allí el lenguaje - en su peculiar visión sociolingüística- eran todos silbidos. Ahí fue cuando se produjo ese episodio dramático en la historia de los movimientos estudiantiles italianos: habiéndonos escapados de Franco y de la Junta Militar argentina para finalmente poder estudiar tranquilamente Semiotica, el asesinato de un estudiante a manos de la policía en una manifestación, incendio la ciudad y estuvimos siete meses sin clases, escribiendo y leyendo en las bibliotecas. Porque Jorge era fundamentalmente y para siempre un lector voraz. Leia todo, en una semiosis de renvío de pagina a página, de cita en cita y aun antes de la wiki y obviamente de la red, se las ingeniaba para conocer lo último que había sido publicado y sobre todo lo que ya había sido editado hacia muchísimos años.
En ese curso insistió con el manual del cortesano de Baltasar de Castiglione, siguió obviamente con los sociólogos interaccionistas y Deleuze & Guattari, mientras leía Cortázar, fumaba Ducados y traducia con una letra de heliotropo los artículos de Eliseo Veron que habían salido en la revista Comunication, nuestra revista fetiche junto con Linus y las BD de Guido Crepax. Fue memorable una serie de partidos de pingpong que jugo con Veron en la sala social del Colegio de Urbino, donde íbamos a pasar el verano estudiando también…Semiotica. Éramos el Trio Los Panchos a la hora de cantar boleros, la Santísima Trinidad para las discusiones interminables, los Tres Chiflados cuando salíamos de parranda todos los jueves en la noche boloñesa. Eco lo adoraba al punto que resultaba imposible encontrarse con el sin Jorge sentado a su lado, como un acompañante contra fóbico, como una extensión del objeto transaccional de Winnicot.
Nuestra vida fue un largo congreso de Semiotica escandido por algunos episodios familiares. Viajábamos en segunda clase de un tren interminable hasta Viena y comentábamos que Yuri Lotman no había podido salir de Rusia para asistir al segundo congreso de la AIS; Lotman que se volvería a partir de entonces una de sus referencias fundamentales. Íbamos a Milán para escuchar a Eco, Fabbri y Veron en un congreso organizado por Armando Verdiglione, el Lacan milanés, y que luego resulto una cita de famosos. Me acuerdo particularmente del Congreso de Palermo de 1984. Alquilamos un auto para para ver las ruinas de la Magna Grecia en Agrigento, Segesta y Selinunte. Salir de Palermo no fue empresa fácil. Ninguna indicación coincidía y mientras yo rogaba por un semiólogo especialista en mensajes y señales, con mi congénita imposibilidad para leer un mapa, Cristina y Jorge iniciaron una larga pelea que se arrastró por kilómetros, bajo por las carreteras, llego a las playas, subió por los templos, continuo comiendo sardinas fritas hasta acabar algún tiempo después en un divorcio que nos envolvió a todos en la espantosa disyuntiva de la elección. Negándome al aut aut, padecí su queja durante los últimos cuarenta años. Porque digámoslo francamente: Jorge era hombre de queja y reclamo.
Que estuviste en Nueva York sin avisarle y no le habías enviado una tarjeta postal, que habías sido invitada a una reunión en la que el merecía estar, que se te había ocurrido fundar una revista y había gente que no consideraba a su altura, que esto o que aquello, su lamento era otra forma de expresar el amor. Yo calculaba al menos en quince minutos el tiempo de melopea introductoria a cualquier conversación seria. Luego podía hablar horas. De todos los temas, los hombres y los dioses. Podría haber sido vano, pero cuando leías sus crónicas, en El País, en otros periódicos de España o en la Revista de Occidente donde fue su Secretario, saltaba el genio, la referencia insospechada, una cultura que había sido revisitada muchas veces hasta pulirla como una piedra negra y brillante de obsidiana, como los ojos de Platero. Era español, si esta apelación tuviera algún sentido, le cabía perfectamente.
Siempre que iba a Madrid me llevaba al Escorial - donde organizo durante muchos anos seminarios trascendentes, porque ha sido también un formidable operador cultural-, “Vamos a ver, decía, el ombligo del mundo hispano” y me mostraba la ventanita detrás del altar de la iglesia por donde Felipe II seguía misa al final de sus días: “te das cuenta, espiando desde aquí a la Muerte”. Era español porque había asumido un imaginario donde se sentía cómodo, aunque también hubiera podido ser italiano, pero nada en su filiación podría suponerlo, salvo el excelso barroquismo de ambas culturas. Su admiración por Umberto Eco y Paolo Fabbri hicieron de ambos sus padres putativos. Cuando en 2010 le ofrecieron a Eco el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Sevilla nos invito y lo acompañamos, el vestido con una amplia toga gris que parecía un ballenato, nosotros sentados nuevamente en primera fila. Eco empezó a hablar y a explicar el símbolo en el Medioevo y yo le susurré “Vas a ver que ahora se larga con un sistema de clasificaciones”, Jorge se rio bajito, justo cuando Eco efectivamente explicaba uno de sus gadgets preferidos: el Árbol de Porfirio. El maestro nos miró, interrumpió la conferencia y dijo ante el publico del Aula Magna de la Hispalense fundada por los Reyes Católicos: “Todo esto es fácil de comprender, salvo para mis dos discípulos sentados ahí adelante que todavía no han entendido nada”. El publico se largó a reír y nosotros estábamos felices porque habíamos vuelto a la infancia. ¡Que sosiego sentarte en un banco y que te expliquen el mundo! Esa noche salimos “de correrías”, tomando Gin Tonics, una de las bebidas preferidas de Umberto y contando chistes.
Jorge era intrínsecamente español pero podría haber sido un gaucho de la pampa en el desafío de la payada: miles de cuentos y de anécdotas pasaron por esas calles empedradas, en esos bares de hoteles, en esas antesalas de palacios, en esas referencias a Isidoro de Sevilla, a Averroes de Córdoba, a la cábala y el Talmud. Y así llegamos, sostenidos en la risa y la felicidad que da la complicidad y el afecto pasando por Lisboa, Paris, México y obviamente Roma donde había sido Director del Colegio de España. Ese fue el momento chic y distinguido del Jorge diplomático, con smokings de Armani, zapatos de charol y corbata de seda. Así aparece en una fotografía tomada en el casamiento de nuestros amigos Patricia y Francesco Bandarin en un palacio veneciano del siglo XVIII, yo sentada entre Umberto y el, con ese gesto tan característico suyo girando un poco la cabeza con sus claros ojos azules, como si tuviera la mirada de un ave.
Luego todo paso y llego la globalización y la educación de los hijos. Por extraño que pudiera parecer, Jorge no era un hongo solitario, sino que tenía una madre distinguidísima, una hermana famosa en la televisión, otra en el mundo del derecho, dos hijos maravillosos y una enorme familia de semiólogos. Porque Jorge era sobre todas las actividades posibles, un profesor. Deja discípulos que lo han seguido con admiración correspondida. Cuidaba a sus estudiantes como un jardinero poda un rosal y engarza una enredadera, atento a sus destinos, orgulloso de sus triunfos, escribiendo con ellos, conversando, invitando, generoso en las ideas, en el gesto y en la palabra. Un enorme vacío en esa tan querida Facultad de Ciencias de la Informacion, otra de sus patrias.
La última vez que lo vi fue en Bilbao, en el congreso de la AES, pero en realidad la ultima vez que lo vi realmente fue en Buenos Aires caminando por la Avenida Callao, una noche de setiembre, fresca y perfecta, nuevamente los tres, Paolo Fabbri, el y yo. Qué se decía? Sabíamos que eran los últimos días de Paolo que había renacido solo para ir a ese congreso, qué generosidad la suya, que ejemplo para todos en la mesa de trayectorias de la Semiotica Latinoamericana, y solo el pudor que da la cercanía de la muerte hizo que esa noche todo fuera leve, laligereza evocada por Calvino. El me dijo luego que Paolo le había explicado exactamente que hacer luego de su muerte. Esta absurda pandemia no figuraba como materia del programa. Pero en el fondo si ¿ porque vivir si sus dos amigos del alma, Umberto y Paolo ya no están? Me acuerdo escucharlo llorar por la muerte de Eco en Milán, no puedo imaginarlo ahora en lo que fue su larga agonía madrileña.
Lucrecia Escudero Chauvel, Paris 22 de marzo 2021
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Jorge Lozano, semiótica y otras pasiones
Jorge Lozano nos dejó el pasado 22 de marzo, víctima del mal que marca nuestro tiempo. Catedrático de Teoría de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, fue una figura fundamental de la semiótica española.
Nacido en 1951 en La Palma —la Isla Bonita le gustaba recordar—, se crió en Madrid, donde pasó prácticamente toda su vida. Comenzó a estudiar Físicas y se graduó en Historia. En la primera mitad de los años setenta, últimos del franquismo, con los libros que lograban cruzar la frontera Jorge tuvo su primer contacto con la semiótica, que fue un amor a primera vista. El descubrimiento de esta pasión le llevó en 1976 a Bolonia, considerada desde entonces y para siempre su patria intelectual y donde se formó con Umberto Eco y Paolo Fabbri.
El regreso a su tierra natal se caracterizó por una apasionada militancia semiótica. En 1979 editó una selección de textos de Yuri Lotman y de la Escuela de Tartu, que consideraba una tercera vía, un espacio de traducción desde donde supo combinar las enseñanzas de ambos maestros. En 1982 escribió junto a Cristina Peñamarín y Gonzalo Abril Análisis del discurso, un libro en el que se integra la semiótica con las propuestas de Erving Goffman, John Searle y John Austin. En su tesis doctoral, dirigida por José Luis López Aranguren y publicada posteriormente con el título de El discurso histórico, analizó las estrategias discursivas y persuasivas en los textos históricos. Este tema, entonces una novedad en la semiótica y una extravagancia en la academia española, determinó toda su carrera universitaria y hoy ocupa el centro de su legado intelectual.
Regresó a Italia a principios de los años noventa, compartiendo un vuelo en business class con Diego Maradona y su familia, para dirigir la Academia de España en Roma durante seis años, recordados aún hoy por su frenética actividad. Al mismo tiempo, sus cursos de verano en El Escorial le permitieron hacer dialogar a importantes representantes de la semiótica y a renombradas figuras de las ciencias sociales. Por los pagos escurialenses pasaron Niklas Luhmann, Jean Baudrillard, Louis Marin y Jorge Semprún, entre otros. Estos encuentros fueron el origen de muchos artículos que hizo publicar para Revista de Occidente, de la que, además, fue secretario de redacción en los años ochenta. Coincidiendo con la apertura de la transición, Jorge fue clave para que la publicación se convirtiera en una referencia donde convergían perspectivas de muy variada procedencia internacional. Su colaboración con la histórica revista de laFundación Ortega y Gasset continuó sin descanso, como puede comprobarse en los números monográficos que editó sobre los temas del lujo, el camuflaje, la moda, el secreto, la transparencia y el documento, siempre asistido por su fiel amigo y colaborador Alfredo Taberna.
En 2008 fundó el Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura, cuyas siglas GESC nunca consiguió que fueran pronunciadas correctamente por quienes no estaban familiarizados con la lengua cervantina. Apoyándose en las actividades del grupo, fue capaz de orientar a muchos jóvenes investigadores hacia la semiótica de la cultura y realizarproyectos de investigación nacionales dedicados a WikiLeaks, al periodista como historiador del presente y a las figuras del destinatario en la semiosfera mediática.
Pero por encima de cualquier otra cosa, Jorge era un hombre de pasiones. Recordaba con entusiasmo su época de joven actor, evocaba con lucidez las obras de Pinter y departía sobre las semejanzas entre Piscator y Brecht. Disfrutaba de la poesía en autores como T.S. Eliot y Joseph Brodsky. En su afán por comprender la obra lotmaniana, releía con regocijo la prosa de Alexander Pushkin. Gozaba con la imposible versatilidad de las frases subordinadas en la escritura de Rafael Sánchez Ferlosio, cuyo estilo, como sabemos, intentaba replicar, buscando un vértigo discursivo e intelectual que siempre consiguió provocar, y que nosotros, a pesar de algunos aislados intentos (sic), nunca logramos reproducir. Amaba a Mariano Fortuny, a César Manrique y a Sam Peckinpah. Estimaba el bien vestir y hasta afirmaba que en su epitafio se leería: “he aquí uno que nunca vistió chándal”. Lucía una elegancia clásica que jugaba con los tonos grises, esquivando los peligros de su daltonismo.
Last but not least, a Jorge le gustaba conversar y, en una especie de mise en abyme, recordar conversaciones pasadas. Esta pasión nació probablemente durante los años setenta, cuando fue admitido por la tertulia que Juan Benet dirigía manu militari, y donde se formó su avezado arte de la argumentación mediante duelos de agudeza.
Más tarde, ya en los años ochenta, entró en la mítica “tertulia de los miércoles”, aún hoy activa y compartida con sus amigos Ramón Ramos, Fernando Sequeira, Agustín Díaz Yanes, Ricardo Pérez, Guillermo Uña, Javier Ramos, Edmundo Gil e Ignacio Cestau. Un reflejo de estas experiencias fueron sus numerosas publicaciones sobre la creencia y aquel libro dedicado a la persuasión que, como le gustaba repetir, en la antigua Grecia era una diosa. Y, en consecuencia, le rindió pleitesía.
Fue a través de interminables conversaciones, seriamente informales, que nos enseñó a entender la comunicación como una estrategia que combina la cooperación y el conflicto, a cultivar una pasión teórica, a observar la moda sin seguirla, sino a lo sumo anticipándola. Nos regaló una mirada semiótica. Nos dedicó un tiempo inestimable y lo dispensó generosamente. Ha sido un obsequio precioso y trataremos de aprovecharlo de la mejor manera. Intentaremos darle un futuro, el único tiempo de la historia que aún nos queda.
Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura
(Pablo Francescutti, Marcello Serra, Rayco González, Óscar Gómez Pascual y Miguel Martín)
"Este texto fue publicado en el diario digital Ctxt el pasado 24 de marzo"
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En Memoria de Jorge Lozano, una gran pérdida.
Compartimos con la Asociación Española de Semiótica el Enorme Pesar por la partida no sólo de un gran intelectual sino que de un gran luchador por las libertades que construido en el antifranquismo se implica en la Historia buscando allí un saber crítico pero los desequilibrios de su funcionamiento epistémico y las nuevas relaciones de ella con lo real lo llevan a la inserción de la semiótica. Para Jorge Lozano la semiótica es una herramienta metodológica. En la Entrevista que da a Mariangela Giaimo en el 2014 nos dice “a mí no me preocupa cuán científica sea la semiótica. Lo que sí me interesa es como método. Es un modo de recorrer. Un modo de ver. De describir” (Revista Dixit n.º 20: 50). Sus objetos de estudio van desde la historia como disciplina (1987) hasta una pluralidad de objetos mediáticos, donde el hilo vector son “el poder de las Apariencias (Moda)”, “las estrategias del creer (Persuasión)”, “la verdad y la transparencia (Investigación WikiLeaks) que dio origen a varias publicaciones: desde "Transparencia y Secreto", Madrid: Visor, 2015, editada por sus discípulos Marcello Serra y Óscar Gómez, hasta “Secretos en Red” , Madrid, Ediciones Sequitur, 2014, editado por él mismo, donde lo que se busca es aprehender lo que está detrás de la verdad, de la apariencia, del creer, y en definitiva develar lo real, lo que la sociedad civil no ve, son las libertades lo que está en juego. Su último libro, publicado en 2018 “Documentos del Presente. Una mirada semiótica” da cuenta de ello: "Big Data", filtraciones masivas de datos, "fake news", la propaganda de ISIS, el diseño, la artificación del tatuaje, el nuevo lujo o las celebridades son fenómenos que nos ayudan a documentar y configurar la historia del presente” (https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=735715). Hemos perdido, entonces, no sólo a un gran semiólogo o “semioticien” formado junto a Paolo Fabri bajo las enseñanzas de Umberto Eco en la Universidad de Bolonia sino que a un militante por los derechos cívicos ciudadanos que contribuyó estrechamente con la semiótica latinoamericana, quizás visto desde una perspectiva de la necesidad de presencia académica de una importante región no visible, con la Revista deSignis, Órgano Oficial de la Federación Latinoamericana de Semiótica, desde donde compartimos continuamente en los Colloquios que la Revista deSignis realizadas en la Maison de l´Amérique Latine donde Jorge Lozano era un invitado recurrente, con la Asociación Chilena de Semiótica, donde muchos integrantes participamos en el I y II Congresos de Semiótica de la Cultura (Madrid 2010, 2011) haciéndose visible a nivel mundial las Investigaciones del Centro de Estudios en Semiótica y Cultura de la Universidad Complutense de Madrid y la Fundación Gasset- Marañón colaboró estrechamente con la Federación Latinoamericana de Semiótica FELS (2016), y en el último Congreso de l´Association Internationale de Sémiotique (XIV) Jorge Lozano expone “Semiótica de la cultura: cuando la semiótica dialoga con la historia presente” título que cristaliza su obra a nivel de manifestación, la ligazón estructurante entre la sociedad civil, la apariencia de lo real y las necesidades del ver lo real tras la apariencia. Curiosamente, por el destino de la vida, la conferencia lo realiza junto a Oscar Traversa quien nos habló de “Salomé y Judit: dos milenios de recurrencia mediática”, el papel del cuerpo de las imágenes, y la memoria histórica, temas muy importantes de su contribución, ambos han fallecido con poca diferencia de meses este 2021, su ausencia se deja ver, sus obras eran muy necesarias, y complementarias. La humanidad y la humanización de la vida ha perdido.
Rafael del Villar Muñoz
Profesor Investigador Titular Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile
Licenciado en Sociología, Pontificia Universidad Católica de Chile
D. E.A . en Semiolinguistique. École Pratique des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris.
Docteur en Sciences de l'Information et de la Communication, Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris III.
Miembro Fundador y Ex- Vicepresidente Federación Latinoamericana de Semiótica (FELS)
Comité Directivo (Relaciones Internacionales) Asociación Chilena de Semiótica
Comité Ejecutivo International Association for Semiotics Studies/ Association Internationale de Sémiotique (IASS-IAS).
Comité de Redacción Revista deSignis (FELS)
Jurado Nominador Kyoto Prize (Nobel Japonés).
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Jorge Lozano, in memoriam
Para el desarrollo cabal de una disciplina se requiere el conocimiento, y reconocimiento, de las figuras que forjaron su devenir e impulsaron su asentamiento dentro del ámbito académico. Es por ello que el nombre de Jorge Lozano, del cual lamentamos profundamente su irreparable pérdida, deba estar escrito con letras de oro a la hora de hablar de la Semiótica en España.
Allá quedan como testimonio de sus aportaciones a este ámbito de estudio su Análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interacción textual (1982, junto a Cristina Peña-Marín y Gonzalo Abril), o El discurso histórico (1987). O más recientemente sus indagaciones sobre aspectos conectados, de alguna manera, con la cultura digital como las ediciones de Vigilados. Wikileaks o las nuevas fronteras de la información (2013) o Secretos en red. Intervenciones semióticas en tiempo presente (2014). Muestran un espíritu inquieto por un fenómeno periodístico como Wikileaks que removería los cimientos del poder y que requería de herramientas para su interpretación, tal y como Jorge Lozano vislumbraría perspicazmente.
Su labor impulsora dentro de los estudios semióticos, además, queda más que demostrada por su labor como presidente de la Asociación Española de Semiótica (2013-2017) o como fundador en 2008 del Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC), dejando tras de sí un número importante de epígonos que habrán de marcar parte importante del futuro de nuestra disciplina.
Porque la huella de un maestro como él ha de perdurar en el tiempo y seguir recogiendo sus frutos, ahora es nuestra responsabilidad, como académicos, de servir de testigos de su gran legado. Mi admiración intelectual hacia su obra vaya desde el más profundo respeto, y mi más sentido pésame a sus familiares y amistades más cercanas.
Mario de la Torre-Espinosa
Secretario de la Asociación Española de Semiótica
Profesor de la Universidad de Granada
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IMÁGENES PARA EL RECUERDO